Disociación en psicología

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La disociación es un mecanismo de defensa del cerebro que permite a una persona desconectar de su realidad en ciertos momentos. Desde la psicología, se entiende como una respuesta que puede variar en grado e intensidad, desde formas leves que se presentan en la vida cotidiana hasta manifestaciones más severas vinculadas con trastornos graves. Es importante destacar que, aunque la disociación puede ser un síntoma de patologías serias, también puede aparecer en personas sin trastornos significativos. A continuación, profundizaremos en sus grados, tipos, síntomas y las formas más eficaces para superarla.

¿Qué es la disociación en psicología?

En psicología, la disociación se refiere a una desconexión o separación de ciertos aspectos de la experiencia personal, como los pensamientos, emociones o recuerdos, en situaciones que resultan difíciles de procesar para el cerebro. En otras palabras, se trata de una manera de “desconectar” en respuesta a experiencias que pueden resultar perturbadoras o traumáticas. Existen varios grados y tipos de disociación, que van desde pequeñas desconexiones en la vida diaria hasta formas severas de desconexión como el trastorno de identidad disociativo o la amnesia disociativa. Cabe señalar que no todas las personas que experimentan disociación padecen trastornos graves, aunque en algunos casos puede ser un síntoma asociado a estos.

Grado de disociación: ¿Cómo se mide y qué significa?

El grado de disociación se mide en función de su impacto en la vida de la persona. Los psicólogos evalúan distintos niveles que van desde manifestaciones leves hasta formas severas. Algunas personas pueden experimentar un grado leve de disociación, como desconectarse brevemente durante una conversación o un trayecto. Sin embargo, en los casos más graves, la disociación puede llevar a síntomas como la pérdida de memoria significativa o la aparición de personalidades alternativas, como ocurre en el trastorno de identidad disociativo.

Tipos de disociación en psicología

Existen diferentes tipos de disociación que afectan de distintas maneras a quienes la experimentan. A continuación, exploramos algunos de los más relevantes.

Disociación emocional

La disociación emocional es una desconexión de las propias emociones. Las personas que la experimentan suelen sentirse desconectadas de lo que deberían sentir, lo que puede afectar su vida cotidiana y sus relaciones. Esta falta de conexión emocional puede generar dificultades en la identificación y expresión de los propios sentimientos, lo que a menudo crea una barrera para establecer vínculos profundos y satisfactorios.

Disociación de la realidad

La disociación de la realidad, también conocida como despersonalización o desrealización, implica la sensación de que el entorno o la identidad de uno mismo no son reales. Las personas que experimentan este tipo de disociación pueden describirlo como “ver el mundo como si fuera una película” o sentir que están desconectadas de su propio cuerpo. Este tipo de disociación puede ser angustiante y generar una sensación de aislamiento.

Disociación por trauma

La disociación por trauma ocurre cuando una persona se disocia en respuesta a eventos traumáticos o experiencias altamente estresantes. Los traumas de la infancia, como el abuso o la negligencia, son factores que pueden desencadenar respuestas disociativas. Este tipo de disociación actúa como un mecanismo de defensa que protege al cerebro del dolor emocional intenso. En muchos casos, los síntomas pueden persistir a lo largo del tiempo, especialmente si el trauma no ha sido procesado adecuadamente.

Síntomas de la disociación: ¿Cómo reconocerla?

Los síntomas de la disociación pueden variar en función del tipo y el grado que presente cada persona. Algunos de los síntomas más comunes incluyen:

Sensación de irrealidad: la persona siente que su entorno no es real o que está “soñando despierta”.

Desconexión emocional: incapacidad para conectar con las propias emociones o las de los demás.

Problemas de memoria: dificultad para recordar eventos importantes, especialmente si están relacionados con un trauma.

Despersonalización: sensación de estar fuera del propio cuerpo o de observarse a sí mismo desde fuera.

Confusión y desorientación: pérdida de la noción del tiempo o la ubicación.

Identificar estos síntomas puede ser un primer paso para entender si estamos frente a un caso de disociación. Si los síntomas persisten o interfieren en la vida diaria, es recomendable acudir a un profesional de la salud mental.

¿Cómo dejar de disociar? 

La disociación puede ser tratada mediante diversas estrategias y terapias que ayudan a reducir los episodios y a procesar las causas subyacentes. A continuación, mencionamos algunas de las técnicas más efectivas.

La terapia psicológica es una herramienta fundamental para ayudar a las personas que sufren de disociación. Existen varios enfoques que se han mostrado eficaces, entre los que destacan:

Terapia cognitivo-conductual (TCC): ayuda a identificar y cambiar patrones de pensamiento y comportamiento que contribuyen a la disociación.

Terapia basada en el trauma: esta modalidad de terapia se enfoca en tratar los eventos traumáticos subyacentes que pueden haber desencadenado la disociación.

Terapia de integración: algunas técnicas buscan ayudar a la persona a integrar partes disociadas de su personalidad o experiencias fragmentadas.

A través de la terapia, las personas pueden aprender herramientas para manejar el estrés, mejorar la regulación emocional y desarrollar una mejor comprensión de sus experiencias disociativas.

 

Paloma garcia zubieta
Psicóloga General Sanitaria en Make Wings | Web | + posts

Soy Psicóloga General Sanitaria, con Mención en Psicología de la Salud e Intervención en Trastornos Mentales y del Comportamiento experta en clínica e intervención en trauma con EMDR, así como en Psiconutrición.

En mi práctica, empleo una corriente integradora que combina diferentes enfoques terapéuticos. Esto significa que no nos limitamos a un solo método, sino que exploramos diversas herramientas que abordan tus necesidades desde diferentes ángulos: afectivo, cognitivo, conductual, fisiológico, aspectos sociales y transpersonales.

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